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Julio 2012
Edición No. 281
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Rodolfo Gaona Jiménez (V)


Alberto Santos Flores.

Inicia la segunda década del siglo XX y la Revolución Mexicana deja de ser un esbozo para convertirse en una cruenta realidad.

Al margen de la lucha revolucionaria, continúa la vida cotidiana en la ciudad de México, que sin querer involucrarse, está pendiente y es sacudida constantemente por episodios violentos derivados de la lucha armada, lo mismo recibían información de los avances de las tropas revolucionarias como de los avances de la moda.

En materia taurina, en México la figura de Rodolfo Gaona se engrandecía. Su imagen trascendía más allá de los tendidos hasta convertirse en un personaje central de la sociedad mexicana en los momentos de más atención por los que atravesaba el país en busca de nuevos horizontes democráticos.

Sin querer le tocó actuar para los héroes y antihéroes de la Revolución, desde Porfirio Díaz hasta Álvaro Obregón. El 20 de febrero de 1910 antes de irse a la península actúa en la corrida del centenario de la Independencia con Porfirio Díaz de Presidente. Regresa para la temporada invernal 1910-1911, todavía con don Porfirio en el poder, ya después del triunfo de Madero.

Gaona relata lo siguiente: “Cuando regresé de España, don Porfirio ya no estaba en el poder. Era Presidente de la República don Francisco I. Madero, y como yo no me ocupaba de la política me parecía imposible que ya no estuviera don Porfirio. A Madero no llegué a tratarlo, lo conocí en una corrida de beneficencia en que maté seis toros de Piedras Negras. Me hizo subir a su palco y después de decir algunas frases amables me dio un abrazo. No lo volví a ver. Cuando en España me cogió un toro de Gregorio Campos en la feria de Córdoba el 27 de mayo de 1912 que por poco acaba conmigo. Una vez desaparecido el peligro, los médicos me autorizaron hablar y me entregaron el primer cablegrama que de México se había recibido: era del Presidente Madero pidiendo noticias de mi estado de salud.”

“Luego traté al General Victoriano Huerta que siempre fue muy amable conmigo, y en una comida en Tlalpan, el propio Huerta mandó llamar a un fotógrafo para que tomara al grupo que el mismo colocó: el Dr. Urrutia, el General Blanquet, yo y Huerta que se puso atrás de nosotros pronunciando estas palabras: son los tres matadores más grandes que ha dado México… y yo el sobresaliente.”

Alguna de esas fotografías debe de haber llegado a manos de don Venustiano Carranza, que en agosto de 1914 se convierte en el encargado de la Presidencia de la República. Consideró a Gaona huertista y como consecuencia de esto, le persigue y le incautan los bienes, a pesar de que jamás se mezcló en la política y era del conocimiento de todos que habitualmente vivía en España. Cabe señalar que durante su estancia frente al país, don Venustiano prohibió las corridas de toros. Aún así, Gaona todavía en 1914 toreó 20 corridas de enero a marzo aquí en México. Por todo ello se fue a España y no regresó hasta 1920.

La segunda década del pasado siglo marca un acontecimiento muy importante. En 1916 el entonces Presidente Carranza se vuelve una figura negativa en la historia taurina nacional que por desgracia prohíbe las corridas de toros mediante decreto del 7 de octubre de ese mismo año. Algunos dicen que fue por influencia de los norteamericanos y otros que fue con dedicatoria a Rodolfo Gaona. Lo que no se imaginó es que 32 años después nacería un sobrino suyo, nieto de su hermana María de Jesús Carranza, cuyo nombre cubriría una época como el torero más discutido y uno de los más relevantes de la historia del toreo; Manolo Martínez Ancira. El último mandón de la fiesta brava. Que a su paso por los ruedos, la literatura taurina recupera el vigor y le regresa a la tauromaquia mexicana la justipreciación de lo nuestro. Aún se escuchan en lo tendidos de la Plaza México el legendario grito de Manolo, Manolo y ya. El antitaurinismo de Carranza no pudo prevenir los misterios de la vocación de uno de los nietos de su hermana.

Pero sin saberlo nadie aún, esa segunda década ve nacer a dos niños que serían grandes figuras del toreo universal. En Saltillo, el 3 de mayo de 1911 ve la luz primera Fermín Espinoza Saucedo “Armillita chico”, Maestro de Maestros; y el 20 de noviembre de 1915 en Pentecostés, Texcoco, nace Silverio Pérez el torero con más personalidad autóctona, mestiza, azteca y español, como dijo Agustín Lara en su inmortal paso doble. Lorenzo Garza para esas fechas ya contaba con siete años de edad, pues nació el 14 de noviembre de 1908 en la ciudad de Monterrey, Nuevo León. Y junto con éstos llenaron unas páginas gloriosas dentro de los anales de la tauromaquia.

La temporada 1911 en España fue superior, y ese año empezó a torear por gaoneras, curiosa- mente después de tres temporadas no había sacado el lance de frente por detrás que le había enseñado su apoderado “Ojitos”. Dice Gaona en sus memo- rias: temía que no les fuera a gustar ese lance a los públicos de la península, para la primera corrida de abono de Madrid en abril de ese mismo año lo contratan en sustitución de Rafael Gómez “El Gallo” que no pudo llegar, se lidiaron toros de Santa Coloma, alternó con Machaquito y Pastor, salió su toro lo lanceó por verónicas y luego se echó el capote a la espalda y ejecutó los lances de frente por detrás, y armó una revolución con esos lances que creía que no gustarían, se entusiasmaron todos. No lo conocían, dice Rodolfo, los jóvenes creyeron que era un invento mío. Los viejos se rejuvene- cieron al ver lo que habían visto de chiquillos.

Toreó la segunda, la tercera y la cuarta de abono, y en todas las tardes salió a hombros. Los lances de frente por detrás sembraron confusio- nes. Y al día siguiente en las crónicas, los críticos no ajustaban a darle denominación al lance, para que no se confundieran con el toreo de frente por detrás que se conocía y le dieron diversos nombres para ver cuál les convenía, unos lo llamaban de frente por delante, otros de frente por delante con el capote por atrás, o que era la suerte del costado, cada quien lo nombraba según su modo de apreciar ese lance. Hasta que llegó el escritor, periodista y cineasta Alejandro Pérez Lugín “Don Pío”, autor de la novela Currito de la Cruz que también la llevó al cine y que a este lance le llamó “Gaoneras”.Y vinieron las protestas, dijeron que no podían llamarse “Gaoneras” porque Gaona no era su inventor, pues ya la hacían Cayetano Sanz y Ángel Pastor. Se escribió mucho y se discutió más, pero “Don Pio” puso las cosas en claro. Dijo más o menos esto: “cuando decimos ‘Gaoneras’ ya sabemos de que se trata, que no es lo que vemos hacer todos los días ni lo que está pintado en “La Lidia” por lo demás si Gaona no ha sido el inventor de esa suerte, si es el que la ha restaurado, debe de llevar el nombre de quien la sacó del olvido”.

Así quedaron las cosas, fueron “Gaoneras” y así le seguirán conociendo aunque hubo movimientos para quitarle ese nombre. Desde entonces en el procedimiento para ejecutar la suerte de frente por detrás hay que parar, aguantar y mandar con los brazos presentando el pecho a los pitones, y la forma antigua nadie volvió a practicarla (dando una corridita en semicírculo en el sentido inverso al viaje del toro). Después hasta monedas conmemorativas se acuñaron con la estampa de la “Gaonera”.

Canta el poeta Gerardo Diego: Lámina pura de oro/ flexible, sonora, huera/ riza y desriza ante el toro/ el azteca meteoro/ la sagrada gaonera /. Agregaba Conchita Cintrón, sagrada y consagrada gaonera, porque su amo tenía duende. Era el mismo lance de antaño pero nuevo, porque nacía de una inspiración personal y por la elegancia que le imprimía a todo lo que hacía frente al toro, fue el primer torero que le impuso un camino a la tauromaquia con tendencias evidentemente estéticas, camino que hasta le fecha no sólo tuvieron que seguir los toreros, sino que llevan la fiesta a un ritmo de continua perfección, lo cual podemos constatar en la actualidad en la forma de ejecutar el toreo que se semeja más a un ballet que a una lucha contra una fiera. Eso sí, todo un arte, pero con la materia prima con que se elabora en contra del artista, cada vez hay más toreros cornados. Un paso adelante y muere el hombre, un paso atrás y muere el arte. Toreo seguro azahar (José Alameda). Por su elegancia fue llamado el Petronio del toreo.

En 1912, Gaona toreó 62 corridas, al final de la temporada en las corridas de la Feria del Pilar alternó por primera vez con José Gómez “Gallito”, considerado el torero más poderoso y sabio que ha dado España, comparado únicamente con el maestro de Saltillo y que fue muerto por un toro el 16 de mayo de 1920 en Talavera de la Reyna, por el quinto toro de nombre Bailador de la ganadería de la viuda de Ortega. Torero que sería su más duro rival dentro y fuera de los ruedos y que junto con Juan Belmonte formarían la terna que por su competencia le dio tal impulso a la fiesta, que a esa época se le llama La Época de Oro del Toreo.

Decía Gaona con respecto a la rivalidad con Joselito, que ha sido el torero más dominador que ha existido, creo muy difícil que salga otro torero como él, cuando nosotros traíamos el agua hasta el cuello a él apenas le llegaba a las rodillas, un enemigo temible, arrogante, insensible, mal compañero, implacable con sus alternantes y no solamente en el ruedo. Exigía a las empresas que cuando un alternante era de mayor antigüedad que la de él, saliera como primer espada su hermano Rafael, evitando así cualquier posibilidad de alternar con Gaona. No obstante hicieron el paseíllo juntos en 139 tardes, cuando toreaba Gaona le mandaba espontáneos para descomponerle sus toros, el objetivo era cansar a Rodolfo, aburrirlo para que se fuera a su casa, mientras tanto no lo van a dejar tranquilo, termina ese año con una cornada en Córdoba que citamos en párrafos anteriores.

En 1913, ajustó en España 44 corridas y de regreso a México a fines de año, toreó nueve hasta el último de diciembre. En 1914 torea en México hasta el mes de marzo y se va e España completando en total 76 corridas.

En la próxima entrega la guerra del gallinero, el par de Pamplona, su presentación en Perú y su relación con Carmen Ruiz Moragas, su boda con ella, la gran catástrofe de su vida al descubrir que su verdadero amor era Alfonso XIII y no él. Su regreso a México y la despedida de los ruedos.

En la espuerta: La prohibición fue de 1916 a 1920. Don Venustiano murió el 16 de mayo de 1920 y la primera corrida se celebra cuatro días después de su muerte, el 20 de mayo, confirmando el gran arraigo que tienen estos festejos en la población.

 
asantosr38@hotmail.com
 
 
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

     
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